12 de abril de 2009

Soleado, en mis ojos.

No solos conscientes de efecto que produce las numerosas horas de sol de las que disfrutamos nosotros, los españoles.
Ni si quiera yo soy consciente de ello aunque siempre diga que mi sueño es vivir en el lluvioso país de Bélgica.
Pensad: tener que salir de tu casa todos los días viendo el gris cielo crujiendo sobre tu cabeza, preguntándote ¿lloverá hoy también? Te acabas de secar el pelo, y te vas puesto ese nuevo vestido que tanto te gusta, pero empieza a llover y tienes que ir al colegio en bicicleta. Todo está húmedo y frío. Tu posas las yemas de tus dedos en tu mejilla, están más frías que nunca.
Y esperas a que se dispersen las nubes, ves como se mueven lentamente y deseas que dejen un hueco al sol para que sus rayos rocen tu piel, dándole un como más de color al día.
Pero lo que más despierta mi curiosidad y mis ansias de conocer es la gente. Su bajo nivel sonoro a la hora de hablar, tan firmes y poco expresivos, como si la falta de sol les hubiera chupado el sentir... como si las nubes fuese su manta de la desesperación.
Y aun así, me encanta. Ver desde los enormes ventanales de cristal (cosa que en España estarían atrofiados por el blanco color de las rejas) el gran paisaje verde que obtienen los jardines. Las preciosas calles llanas, limpias y tranquilas por las que puedes montar en bicicleta mientras paseas por las preciosas calles disfrutando del precioso paisaje rural, o incluso urbano. Esos acogedores café's donde mis graciosos amigos y yo íbamos. Ese super centro comercial de 250 tiendas donde mis dulces amigas y yo íbamos a perdernos...
Pero ya no solo es todo lo material, sino también la gente. Aunque se vean fríos desde fuera, corre por sus venas la sangre más caliente. Su exquisita educación me fascina y me abruma a la vez, su manera de comportarse a veces tan vergonzosa y otras tan vivaz, su nivel de cultura, su historia, sus comidas, su sentido de la ecología, su poca importancia a la vestimenta, su desprecio hacia la salsa rosa... todo y cada una de sus partes con las que me siento identificada.
Sí, este verano necesito disfrutar un poco más de él, ya echo de menos a mi triste y gris país.

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