22 de octubre de 2012

Los días que nos quedan.

Cremoso. Cuando pienso en ti lo mismo que se expande por mi mente es esa palabra, cremoso.
Llevaba mucho tiempo deseando tener una razón por la que escribir, por la que sentir. Tan raro, tan rápido e inesperado, pero tan dulce...

Mi locura absorbía todos mis sentidos haciéndome creer que solo y tan solo necesitaba de mi sonrisa para ser feliz. Que conocía el amor y no era de mi parecer, hasta me atrevería a decir que me empezaba a caer mal. Pero lo eterno es un farol, y mis ganas de comerme el mundo se desvanecieron por las ansias de comerte solo a ti. Quiero dejarme caer pero que tu seas mi red, y confiar en tu sed por mi. No me cansaría de contar soles mientras veo que sigues durmiendo con tus bracitos cruzamos, a mi lado. Como perro de presa me dejo llevar por mis sentidos para buscar tu ser, aunque los rastros de ti se encuentran manchados de la experiencia y mis instintos van a ciegas pisando suelo desconocido.

Busco el camino de la inspiración en tu pecho, pero necesito recoger ese corazón perdido y con cuidado de no hacerle daño quitarle los pedacitos de cordialidad y sostenerlo entre algodones de regocijo hasta que me susurrase los versos que tus besos me intentan decir. Quiero quitar las espinas a esas conversaciones y dejar que fluyan como si tus dedos estuviesen presionados por la pasión de los míos, y mis labios se perdieran por tu espalda. Y que me hables... Me hables de la vida, de tu parecer. Háblame de lo que quieras, solo me muero por escucharte y verte hablarme. Quiero escucharte decir el nosotros mientras esa boca esboce una sonrisa de mi parte, dedicada con mucho amor.



Necesito comenzar esta historia, que me ahogues entre abrazos y sentimientos, que me desbordes de seguridad y placer hasta que se acabe la ternura en suspiros de enamorada. Convénceme de que eres mi solución, mi soldadito de plomo con el que soñar cada madrugada cuando no sepa en quién pensar... Si en ti, o en nosotros.

12 de abril de 2012

Tu risa.

Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.
No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.
Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de tu vida.
Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, porque tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.
Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.
Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.