27 de marzo de 2011

Mi torcida felicidad.

Me mantengo estos tiempos en la lejanía de la escritura, muy a mi pesar. Pero son circunstancias de la vida aunque no consigo tachar mi culpabilidad ya que siempre existe tiempo para escribir. Mía culpa, señores. Pero como amante de leyes y justificaciones, tengo mi excusa. Sí, porque es una excusa, un pretexto para eludir la obligación a la que me encadené gustosamente al crear este blog, pero es que el disfrutar de abstenerse a pensar el cualquier cosa y simplemente estar es un estado el cual últimamente estoy agradeciendo que se aloje de forma nómada en mi cabeza ya que consigue que despeje un poco mi histérica mente que desgarra las paredes que sostienen mi cerebro para intentar hacer más hueco y que así bostezar sea un placer divino que enfríe un poco su cargado ambiente.

Y así pasan mis días, sentenciada por mis tres pasiones que me hacen delirar: alimentando mi lucha revolucionaria por la justicia, mi pelota ovalada con sus copropietarias del mismo sueño y mi penetrante e insondable afán por un amor prodigioso. Se distribuyen toda mi vida universitaria de forma tripartita, pero es que ahora no necesito más. Tras mi comienzo estrepitoso que casi se ve fulminado y dándose por oficial el retiro de mi capa a un futuro oscuro de reposo en desván hasta coger una importante cantidad de polvo, di a renacer como medio de ataque (debido a que es la mejor de las defensas) mi comúnmente denominado "cabezonería inminente". Y así he conseguido que perdure un tiempo, hasta que me tope con alguna otra posible kriptonita más, mis intenciones de hacer de esta vida algo menos asqueroso y poder echarles una mano a quienes más lo necesitan, que no somos ninguno de nosotros.

Mi otro fetiche se trata de una combinación fabulosa de contacto en equipo, la adoración por el esfuerzo y el sentimiento que te hace sentir y una gran amistad que se ha formado por un punto en común y que siempre estaré eternamente agradecida. Porque como digo siempre, el rugby me está dando lo que la propia vida no ha sido capaz de entregarme. Y es que desde el primer instante en el que conocí las esencias de cada una de ellas fue cuando comencé a entender que este deporte es entrega y dedicación, y claramente a la que estoy dispuesta ofrecerle todo y más. Voy contando las hermanas, madres y esposa (soy fiel a una) que este campo de césped me está demostrando y que quiere otorgarme de buena gana, porque se está convirtiendo en mi familia. Una familia muy especial y atípica donde cada una tiene su lacra pero que bajo botas de taco hacemos desprenderlas de nosotras e intentar dar lo mejor de nosotras para crecer como persona y como equipo. Y no hay mayor que lo aprendido, y yo he conseguido calmar y concentrar mi locura, suministrar toda mi energía, sacrificarse por un futuro agradecimiento e incluso ha logrado alterar mi perspectiva ante la vida y aliñarla con un poco de senequismo.

Abrazos, besos y caricias que me atrevería a decir que sin ellos no tendría la menor idea de cómo hubiese conseguido ser tan feliz en estos momentos. Viviendo en un infierno con cuatro paredes del que vosotras durante un mínimo (y tan mínimo) de cuatro horas semanales me cogéis de la mano y conseguís que sienta rozar el cielo con la punta de mis dedos es algo que jamás habrá cosa que me arrebate estos recuerdos de entre los mejores. Y os queda tanto preciado tiempo aguantándome...

Y sobre mi tercer amor. Bueno, mejor ese lo dejamos para otra ocasión...

14 de marzo de 2011

Dudas y necesidades.

El escozor de un querer no mantenido en mis manos era una sensación con la que llevaba mucho tiempo sin tropezarme. Entregarme a piezas un sueño pálido que me pertenecerá sin ser mío para siempre es una lluvia constante de acidez sobre una herida. No es fácil explicar el dolor de algo que se ha mantenido siempre sin conocerse otra verdad.
Cada tronco posee sus propias raíces. Cortas o extensas, profundas o superficiales, quebradizas o intensamente poderosas, son las que te mantienen atado a esta tierra. La incomodidad de una situación deseada pero no tuya nunca había sido una de las mías, pero retengo la idea de que tendré que soportarla muchos agradables años en los que quiera vivirlo pero que al separarme volveré a base de sal a deteriorar la llaga de una forma natural. Ese intento por un corazón de bromuro se vuelve una misión fallida cada vez que intento volverme independiente. Podría auto-convencerme en silencio aceptando el abrazo y volverme una otra más de un conjunto al que no pertenezco y al que verdaderamente no quiero pertenecer, pero a falta de pan... buenas son tortas, o en su defecto galletas.
No, no sé... tal vez. Pero no. Aunque... pff, qué ganas de complicarse este vivir. Maldito es el sentir por compartir.