1 de junio de 2010

El por qué de las cosas.

Como bien dijo en una ocasión Hirschberger, “el Estado de Hobbes viene a ser un hacinamiento de poder resultante del egoísmo colectivo”. Y no podría ser más profunda y clara la idea que transmite.

Mi más sincera admiración sobre este personaje histórico me obligaba a dedicarle un mínimo de tiempo a explayar su pensamiento desde mi subjetiva mirada rebosante de ante tal tema nombrado, el Estado. Comenzaré con una breve introducción para refrescar la inclinación de este sujeto sobre el origen de la tendencia a vivir en sociedad:

Teniendo en cuenta la existencia de un Estado de naturaleza en el cual los hombres se rigen por su propio instinto basándose en la ley animal del más fuerte, los hombres sufrían las consecuencias desagradables que conllevarían al caos total. Pero apoyándonos en la única característica que nos diferencia de los animales, nuestra supuesta racionalidad, nos hemos sumergido hasta la aceptación de un pacto social. Y aquí es donde expongo mi teoría.

¿Para qué realizar dicho pacto? Para intentar de forma neutral que se llegue a una convivencia pacífica donde los hombres no se vean afectados por una guerra de todos contra todos, de ahí la célebre frase de Plauto de hace más de 2000 años que por su resumida explicación por Hobbes se le atribuye como identificación de su persona:

Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit.

Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro.

Homo homini lupus. El hombre es el lobo del hombre

La sociedad surge para remediar el egoísmo y establecer una organización entre tanta destrucción con la creación de un acuerdo artificial basado en el propio interés que busca la seguridad por temor a que nos sea arrebatado lo más querido por nosotros mismos, nuestra vida.

Basándonos en la jerarquía de necesidades de Maslow, yo aguardaba una idea equivocada exponiendo la definición de seguridad propia como seguridad global e incluso sobreponiendo ante tal el nivel de afiliación y afecto en el que se encuentra la idea amistad, compañerismo, afecto y amor procedentes de relacionarse, agruparse en familias, con amistades o en organizaciones.

Conseguía justificarlo con la representación de situaciones en las que una madre elige el final de su vida si con ello conseguiría salvar la de su descendiente, pero llegando a un nivel más extremo, como vidas ajenas e incluso vidas desconocidas. No sé si por casualidades o propios hechos me han hecho cambiar de opinión y conseguir que mi corazón se entristezca al mantener la creencia de que las mayoría de humanos son personas con corazones podridos.

Nos unimos en sociedad no por la necesidad de compartir nuestra vida de una forma más completa por el propio hecho de “compartirla” como siempre mi ingenua mente había mantenido como razón pura, sino que he aprendido que nuestra formación en sociedad se debe a una única solución encontrada por el hombre para acabar con tal desorden, pero manipulada por la intención del hombre de acumular el poder y canalizarlo contra otras sociedades, pasando de una anarquía a una dictadura indirecta.

¿Y ustedes qué pensáis? ¿Es parte del instinto animal o una simple característica de la persona el unirnos en sociedad? Y si el ser egoísta es parte de nuestro instinto animal ¿puede que seamos más humanos los que consideramos que hay personas que no son así?