22 de agosto de 2010

El demostrar.

Un sentimiento desesperado por huir lo más rápido posible, esforzar los músculos de sus piernas a superar su límite, pero al fin y al cabo no consigue superar la impotencia que siente su corazón al mantener la idea de necesitar urgentemente de la mirada que la altera, el olor que la impregna, el cariño que le muestra y lo maravillosa que la hace sentir cuando simplemente está a su lado.
La aguja segundera paso a paso va adentrándose en el futuro superando la ocasión en la que dejamos de ser niños y crear sueños para comenzar a ser adultos a los que les toca luchar poco a poco para conseguir cumplirlos, y cada día él consigue que sus deseos se hagan realidad.
Pero ella tiene una nueva necesidad, solo un hecho es el que mancha todos sus pensamientos de ahora. Nada es libre mientras no logre la próxima vez que comparta noche con él descansar desnudos ante la luz de las estrellas, abrazados sin preocupación más que la de sentir, y respirar. Que se adentren a conjunto en el mundo de los sueños y que sea despertada por él cada momento que él esté preparado para hacer el amor, porque no le importa ser despertada... no, tiene toda una vida por delante para dormir y ella quería aprovechar la manta de la noche de ese gran momento para participar en el esplendor de la consumación de dos cuerpos que muestran su afecto el uno al otro físicamente. Y que tras ello, él delicadamente la pose entre sus brazos y ella concilie el sueño de nuevo, hasta que él esté preparado...
Es fácil decir que alguien la hace sentir diferente, única. Pero lo profundo es cuando él hace que quiera ser mejor persona, la hace crecer, sentirse un poquito más en paz.

17 de agosto de 2010

Un fenómeno húmedo.

Lluvia. Algo tan sencillo, poderoso y necesario como parte de un ciclo, el ciclo del agua.
Es sorprendente cómo puede conseguir serenarme una lluvia en agosto. No sé cómo consigue que me fascine tanto que al escuchar las pequeñas gotas sobre la superficie terrestre ejerza sobre mí la tentación de ir corriendo a una ventana y buscar rápidamente una farola que desprenda luz para conseguir que divise la caída de la naturaleza sobre nosotros. Simplemente el desprendimiento del agua condensada sobre la Tierra, y aún así sigue deslumbrando en mi mente.
Esta lluvia ha despertado en mi memoria el último verano que pasé en Bélgica. Llegaron a ser todos los días soleados, menos uno de ellos que ya tenía planeado pasarlo en casa de mis primos merendando gofres caseros de mi tío Lucke. Fue lo más bello que el mundo ha dejado que contemple. Gracias al gran panorama de ventanales que daban al verde y frondoso jardín de mis tíos, podía ver como las perfectas nubes como dibujadas por un niño corrían deprisa jugueteando alrededor del sol que brillaba más que nunca. Pero a pesar de ser un día soleado, las nubes demostraban su alegría brindándonos con una preciosa lluvia que gracias a los rayos del sol y al techo de cristal de la casa mantenía en mi retina la maestría del poder de la naturaleza. Era precioso cómo podía ver como una tromba de agua intermitente caía sobre mí sin mojarme y a pesar de ello sentir cada gota fría sobre mi cuerpo, mientras el sol seguía de forma continua alimentando a mi piel.
¡Uy! Una luz cegante de repente ilumina el gris y oscuro cielo. Espero a escuchar el estruendo, pero por mucho que espero no consigo disfrutar de la llamada procedente del cielo. Miro otra vez hacia la farola, y aspiro fuertemente el olor del ambiente. El aire sucio y seco del verano es limpiado para que consiga soportar un par de semanas más este horrible calor.
Echo demasiado de menos el invierno Pero supongo que es un "quiero y no puedo", ya que siempre suplicamos que llegue pronto el calor del mediterráneo cuando las lluvias se posan en nuestras calles. Pero a pesar de ello, siempre he adorado el llover...