17 de agosto de 2010

Un fenómeno húmedo.

Lluvia. Algo tan sencillo, poderoso y necesario como parte de un ciclo, el ciclo del agua.
Es sorprendente cómo puede conseguir serenarme una lluvia en agosto. No sé cómo consigue que me fascine tanto que al escuchar las pequeñas gotas sobre la superficie terrestre ejerza sobre mí la tentación de ir corriendo a una ventana y buscar rápidamente una farola que desprenda luz para conseguir que divise la caída de la naturaleza sobre nosotros. Simplemente el desprendimiento del agua condensada sobre la Tierra, y aún así sigue deslumbrando en mi mente.
Esta lluvia ha despertado en mi memoria el último verano que pasé en Bélgica. Llegaron a ser todos los días soleados, menos uno de ellos que ya tenía planeado pasarlo en casa de mis primos merendando gofres caseros de mi tío Lucke. Fue lo más bello que el mundo ha dejado que contemple. Gracias al gran panorama de ventanales que daban al verde y frondoso jardín de mis tíos, podía ver como las perfectas nubes como dibujadas por un niño corrían deprisa jugueteando alrededor del sol que brillaba más que nunca. Pero a pesar de ser un día soleado, las nubes demostraban su alegría brindándonos con una preciosa lluvia que gracias a los rayos del sol y al techo de cristal de la casa mantenía en mi retina la maestría del poder de la naturaleza. Era precioso cómo podía ver como una tromba de agua intermitente caía sobre mí sin mojarme y a pesar de ello sentir cada gota fría sobre mi cuerpo, mientras el sol seguía de forma continua alimentando a mi piel.
¡Uy! Una luz cegante de repente ilumina el gris y oscuro cielo. Espero a escuchar el estruendo, pero por mucho que espero no consigo disfrutar de la llamada procedente del cielo. Miro otra vez hacia la farola, y aspiro fuertemente el olor del ambiente. El aire sucio y seco del verano es limpiado para que consiga soportar un par de semanas más este horrible calor.
Echo demasiado de menos el invierno Pero supongo que es un "quiero y no puedo", ya que siempre suplicamos que llegue pronto el calor del mediterráneo cuando las lluvias se posan en nuestras calles. Pero a pesar de ello, siempre he adorado el llover...

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