31 de enero de 2011

Será que no aprendo a disfrutar.

Será que no aprendo a disfrutar. No lo comprendo, pero la razón puede estar confundiéndome. No entiendo cómo pueden vivir la mayoría tan felices en la ignorancia, sabiendo pero no siendo conscientes, viéndolos pero sin sentir. La culpabilidad de algo que no he hecho me absorbe, la preocupación que no me pertenece me consume, y así voy buscando por cada calle el apoyo donde sostenerme mientras pertenezca en esta vida, pero solo me dan callejones sin salida que me hacen volver al mismo lugar desértico.
Como una pieza que busca su fin, su puesto, sus alrededores que encajen, pero parece que ni siquiera pertenezco a ese puzzle. La desorientación a veces me derrumba y provoca que desee desesperadamente huir a mi país maravilloso, que a pesar de mi ingenuidad, soy hasta tal punto realista que mi lugar mágico existe. Mi ciudad del sueño es tangible, mas que el caso es que la belleza está en los ojos del que mira, pero temo que el día que mantenga mi vida demasiado tiempo sosteniéndose en ella, deje de ser mi pequeño rincón donde mi balanza se equilibre acabando con ese paraíso solo mío.
He intentado acomodarme, cambiar mi forma para caber en el hueco que mi puzzle deja para mi, que me espera. Pero es imposible, es un esfuerzo antinatural no vivir con mi realidad inocente, con mi sufrible intento de solucionar el mal, y con mis esperanzas de un avance del mal en transformarse en un bien. Puedo crecer, pero no cambiar... y esperaré a encontrar el puzzle en el que mis curvas de más y de menos rocen las demás formando parte de una misma, que creciendo al compás comparta el color de mis compañeras creando una preciosa imagen.

2 de enero de 2011

Un long dimanche de fiançailles.

Hasta ahora todo ha sucedido tan deprisa... la visión interminable de las cosas ha desaparecido y ahora me falta tiempo para tatuar un recuerdo en mi corazón cuando ya ha aparecido otro aún mayor. No puedo quejarme por la diversidad de circunstancias de las que mis ojos se han alimentado atentos a cada movimiento de la vida. Desde una maravillosa y superando la perfección infancia, la típica ardua adolescencia donde hemos de tomar la decisión de elegir qué clase de árbol queremos ser para en nuestra fase adulta recojamos el fruto esperado; y la época universitaria, manteniendo ahí la lucha por llegar a ser una sana fruta, o o dejarse llevar por la fácil y solo ser una pieza podrida. No podría hablar sobre el paso a la etapa adulta ya que no apoyo la idea de hablar subjetivamente de unas circunstancias con las que nunca me he encontrado expuesta, ya que sigo siendo una niñata.
Conforme van pasando los años sobre nosotros vamos descubriendo la inexistencia de hechos relacionados con sentimientos que manteníamos cuando éramos pequeños y que paulatinamente conocemos que son sucesos imposibles, como los Reyes Magos, volar, el ratoncito Pérez, mover cosas con la mente, ser un super héroe, que tengan vida tus juguetes... e incluso sentimientos aún mayores, como el amor eterno.
Y tan cierto como ello, mantenía la idea fija en mi mente y muy segura de ella, que sí... que existe el amor perfecto y sin fin. Todo comenzó con la aparición de mi príncipe azul y como un verdadero cuento de hadas (con bruja malvada y todo) viví la sorprendente experiencia de una película Disney. Todo mágico y maravilloso, que hasta nos dolía el pecho de lo que nos queríamos. Tan hermoso, que no podía ser real, y tal cual vino, se fue. Una aparición y desaparición tan punzante que la pasión de muero por ti, contigo pasó a muero por ti, sola. Y tras un largo y denso sufrimiento renacieron mis esperanzas, que tal cual florecieron poco tardaron en pudrirse como flor delicada por los abrasadores rayos del sol de agosto. Comencé a pensar que mi gran entendida del amor me tendía la verdad bajo sus versos, que el amor verdadero es tan solo el primero, y es que empiezo a sospechar que los demás son solo para olvidar.
Pero el individuo inesperado, e incluso me atrevería a decir que indeseado por mi decisión a tomarme la excedencia sentimental hasta nuevo aviso al concluir la reorganización de aquellos pensamientos, de intenciones equivocadas se encontró con la que ahora comparte cama y mucho amor (más amor, ya que la cama la invado completamente). Lo que otros con gran interés no alcanzaron, él consiguió que volviese a creer y no solo en el simple amor eterno, sino también en la felicidad que conlleva. Él no viste traje azul, ni esto es un cuento que roce la perfección, pero me encanta que sea así porque nunca me ha gustado vivir contenta en la ignorancia, al igual que siempre me ha alegrado saber que los Reyes Magos no existen.