22 de diciembre de 2009

Más fuerte.

Todavía mis labios mantienen la sensación de cuando tu beso luchó hasta conseguir que perdiese el equilibrio y provocar que tuviese que dar un par de pasos hacia atrás para mantenerme en pie, una de las primeras muestras de tu cariño que consiguieron conquistarme. Son los segundos llamados eternidad los que me acompañan cuando tu ya no me coges de la mano. Sé que un día no podré resistirme y seré yo quien corra para darte el primer beso de la mañana. Pero ahora son 18 los pecados que me quedan por superar hasta que el destino me deje de nuevo abrazarte. El número de mañanas que sufriré al recordar que cuando te nombre no conseguiré obtener respuesta. Cuando por fin entiendo la palabra independencia apareces tu y me robas esa parte de mi corazón malherida recubriéndola de amor y sanando esos arañazos descontrolados que desde hacía mucho tiempo no dejaban de sangrar. Es la cantidad de veces que me sentiré celosa de todo lo que tocas con esas manos que añoro tanto como los mayores añoran la magia de la Navidad. Una tarde de primavera te cosieron para que fueses imperfectamente perfecto para mi, y a esto a lo que llaman vida se le ocurrió una noche como cualquier otra que desviásemos nuestras miradas a un punto en el que no esperábamos encontrarnos, pero así fue. Después de demasiado vivido en poco tiempo, pasos de los que equivocarse y acciones de las que arrepentirse, pude encontrar en tus ojos la paz que no encontré en ningunos otros. Y lo que más me encanta es que se ha vuelto una preciosa rutina de la que disfruto hasta el punto de ver la vida desde otra perspectiva...

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